San Alejandro Sauli |
Obispo de Pavía
Se cuenta que Alejandro Sauli era muy
joven todavía cuando se presentó un día con un crucifijo en la mano ante
una multitud que asistía a un espectáculo de acróbatas y saltimbanquis,
y predicó severamente contra ese tipo de diversiones frívolas, con gran
asombro de todos los presentes. Aunque el santo exageró tal vez un
tanto al proceder así; ese gesto puede considerarse como un símbolo de
su vida, ya que se consagró por entero a la restauración del orden
cristiano en la atmósfera de negligencia y fríaldad religiosas de
mediados del siglo XVI. Alejandro nació en Milán en 1535, pero su
familia era originaria de Génova.
A los diecisiete años, ingresó en la
congregación de los clérigos regulares barnabitas. Sus superiores le
enviaron a proseguir sus estudios en el colegio que la congregación
tenía en Pavía, y el santo pagó de su bolsillo la obra de ensanchamiento
de la biblioteca del establecimiento. En 1556, después de su ordenación
sacerdotal, empezó a enseñar filosofía y teología en la Universidad. El
obispo de la ciudad le tomó pronto por teólogo suyo, y la reputación de
Alejandro como predicador empezó a crecer rápidamente.
El éxíto que
tuvo en Pavía fue tan grande, que San Carlos Borromeo le invitó a
predicar en la catedral; a sus sermones asistieron el propio San Carlos y
el cardenal Sfondrati quien fue más tarde Papa con el nombre de
Gregorio XIV. Las ardientes palabras del joven barnabita arrancaron
lágrimas a ambos personajes, quienes le tomaron por confesor; San Carlos
Borromeo siguió dirigiéndose con él muchos años.
En 1567, el P. Sauli
fue elegido preboste general de su congregación. Aunque no tenía más que
treinta y ocho años, parecía bastante seguro de sí mismo como para
oponerse al parecer de San Pío V y de san Borromeo. En efecto, el
cardenal Borromeo, quien era protector de los "Humiliati" que quedaban,
había recibido la misión de reformarlos, ya que dichos frailes eran tan
ricos como de costumbres poco edificantes. Para ello decidió fundir a
los "Humiliati" con la fervorosa congregación de los barnabitas,
recientemente fundada. Pero San Alejandro, aunque estaba dispuesto hacer
cuanto pudiera por ayudar a los "Humiliati", no se sentía oblígado a
aceptar una medida que podía hacer daño a sus hijos, y San Carlos
Borromeo tuvo que renunciar a su propósito.
La firmeza de San Alejandro y su celo apostólico no pasaron
ínadvertidos a los ojos del gran reformador San Pío V, quien le nombró
en 1570 obispo de Aleria, en Córcega, a pesar de sus protestas. San
Carlos Borromeo le confirió la consagración, y el nuevo obispo se
trasladó a su diócesis. La tarea que tenía ante sí era imponente. El
clero era tan ignorante como corrompido; el pueblo, que conservaba aún
muchas costumbres bárbaras, poseía apenas algunos rudimentos de
religión; la isla estaba infestada de bandidos, y las salvajes venganzas
entre las familias eran cosa de todos los días.
San Alejandro llevó
consigo a tres barnabitas para que le ayudasen en la tarea.
Inmediatamente después de establecerse en Tallona, porque la ciudad
episcopal estaba en ruinas, congregó un sínodo y anunció las reformas
que se proponía llevar a cabo. En seguida procedió a visitar su
diócesis, y en el curso de la visita comenzó a aplicar las nuevas leyes
con todo el rigor que se imponía. El gobierno del santo duró veinte
años, y el cambio que se efectuó en la isla fue tan notable, que las
gentes le llamaban el apóstol de Córcega.
En el tercer sínodo diocesano,
el santo promulgó los decretos del Concilio de Trento y la energía con
que supo exigir su cumplimiento fue sin duda lo que más contribuyó a la
reforma de las costumbres. San Alejandro tuvo que hacer frente no sólo a
la oposición de sus subalternos, sino también a la violencia de los
extraños, ya que los piratas berberiscos solían atacar con frecuencia la
isla. Debido a ello, el santo obispo se vio obligado a cambiar tres
veces de residencia y, finalmente, estableció en Cervione su catedral,
su capítulo y su seminario.
Durante su gobierno, tuvo que hacer frecuentes viajes a Roma,
donde se hizo muy amigo de San Felipe Neri, quien le consideraba como
modelo de prelados. Era un canonista consumado que escribió varias
cartas pastorales y obras catequéticas. Habiendo tenido un éxito tan
grande en Córcega, es muy natural que se le hayan ofrecido las diócesis
de Tortona y Génova; pero el santo se negó a cambiar de sede hasta que
Gregorio XIV le impuso, por obediencia, que aceptase el gobierno de la
diócesis de Pavía en 1591. Dios le llamó a Sí al año siguiente, cuando
se hallaba en Calozza visitando la diócesis. Durante su vida, San
Alejandro poseyó el don de profecía y el de calmar las tempestades. Los
milagros continuaron después de su muerte y su canonización tuvo lugar
en 1904.
No hay comentarios:
Publique su Comentario
Todos los mensajes deben ser aprobados y puede demorar un tiempo en ser visualizados.
La razón es que de esta manera podemos leer y contestar las preguntas de entradas viejas que nos formulen. Además permite ser un medio de comunicarnos sin la necesidad de que queden publicados datos de índole personal.
Paz y Bien.