La voluntad de María se mometía así a la infinita y perfectísima voluntad de Dios, de suerte que su vida se regiría por el querer divino incluso cuando ese querer suponía sufrimiento y sacrifício.
En el rezo del Padrenuestro le pedimos a Dios que se cumpla su voluntad y con ello nos ponemos incondicionalemnte en las manos del Padre celestial. No nos arrepintamos de habernos puesto en sus manos; en ninguna parte nos vamos a sentir mejor que en los brazos del Padre celestial.
María Virgen de la Verdad, que sepamos decirla, vivirla, defenderla.

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