San Sabas
Abad
Año 532
Abad
Año 532
Nació en Turquía en el año 439.
Era hijo de un comandante del ejército, el cual
tuvo que partir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Pero
este lo trataba muy mal y el niño de ocho años se fue donde otro tío.
Mas el segundo empezó a pelear con el primero exigiendo que le debían
pasar a él la herencia del niño si querían que lo educara, y entonces
el joven Sabas, amigo de la paz, se fue a un monasterio.
Después los dos tíos se arrepintieron de lo mal
que lo habían tratado y lo llamaron otra vez a que administrara sus
cuantiosos bienes, pero él ya estaba hastiado del mundo y no quiso
volver a él.
Después de pasar varios años como monje muy
ejemplar en su tierra, dispuso irse a Jerusalén para aprender la
santidad con los monjes de ese país. Y allí a varios kilómetros de
Jerusalén se hizo una celda, cerca de los otros monjes anacoretas y se
dedicó a una vida de oración y penitencia. Como era el más joven y
forzudo de los monjes, acarreaba el agua desde bastantes cuadras de
distancia, conseguía la lecha y trabajaba diez horas al día, haciendo
canastos para vender y con eso conseguir los alimentos para los más
ancianos y débiles. Había días en que tejía diez canastos.
El más estricto y santo de los monjes de los
alrededores, San Eutimio, lo invitó a irse a pasar los 40 días de la
cuaresma en el desierto donde ayunó Jesús, y a dedicarse allí a
ayunar ellos también. Sabas empezó con gran fervor, pero a los pocos
días cayó desvanecido de tanta sed, a cause del intenso calor. San
Eutimio oró con fe, y apareció por allí cerca un nacedero de agua y
así logró no morir de deshidratación. Después de muerto San Eutimio,
repitió Sabas muchas veces en su vida, la práctica de pasar los 40
días anteriores a la Semana Santa, ayunando en el desierto donde ayunó
Jesús. Es terrible penitencia que sólo resisten quienes tienen una
gran resistencia física.
Sabas pasó cuatro años seguidos en el desierto
sin hablar con nadie. Pero luego empezaron a llegar monjes a pedirle que
los dirigiera hacia la santidad y tuvo que dedicarse a ayudarles a
conseguir la perfección. Llegó a tener 150 monjes cerca del Mar
Muerto. Como por allí faltaba el agua, un día el santo vio a un asno
hocear en el suelo, y mandó excavar en ese sitio y apareció una fuente
de agua que dio de beber a muchas gentes por bastantes siglos.
Cuando tenía 50 años fue ordenado sacerdote por
el Arzobispo de Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de
Tierra Santa.
Con la herencia que le dejaron sus padres
construyó dos hospitales.
Por tres veces fue enviado a Constantinopla,
residencia del emperador, a obtener que este no apoyara a los herejes y
que favoreciera la Tierra Santa. La primera vez como iba vestido tan
pobremente, los guardias del palacio dejaron entrar a los demás
enviados menos a él. Pero cuando leyó la carta del Arzobispo de
Jerusalén en la cual le recomendaba a Sabas como el más santo de los
monjes, el emperador preguntó por él y tuvieron que irse a buscarlo.
Lo encontraron en un rincón, dedicado a la oración.
El emperador ofreció a los visitantes que
pidieran los regalos que quisieran. Cada uno pidió para sí mismo lo
que quiso, pero Sabas dijo que él no deseaba nada para su uso personal,
pero que lo que pedía era que el emperador no ayudara a los herejes y
que concediera varias ayudas que estaban necesitando mucho en Palestina,
y que pusiera un puesto de policía cerca de donde estaban los monjes
para que los defendieran de los asaltadores.
Todo esto se lo concedió el mandatario.
San Sabas llegó a dirigir personalmente a
muchísimos monjes y entre sus dirigidos hay cinco santos canonizados.
Por ej. San Juan Damasceno y San Teodoro.
A los noventa y cuatro años de edad, siendo
famoso en todo Oriente, y habiendo gastado gran parte de su vida en
oración, meditación y dirección espiritual, murió el 5 de diciembre
del año 532.
Su monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los
tres monasterios más antiguos que existen en el mundo. La fuente que
hizo brotar, todavía surte de agua a los alrededores, y las palmeras
hijas de las que él mismo sembró, aún siguen alimentando con sus
dátiles a los monjes que allí viven santamente.
Gloria a Dios por los grandes santos que le
ha dado a su santa Iglesia.
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