19 de Octubre
San Pablo de la Cruz
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Que
San Pablo de la Cruz nos obtenga del cielo la gracia de meditar con
frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y así amar mucho y
siempre más a nuestro amable Redentor.
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Cuando
era niño, cada vez que le llegaba algún sufrimiento especial, la mamá le
mostraba un crucifijo y le recordaba que Jesús ofreció sus sufrimientos
por nosotros, y que también nosotros debemos ofrecer por Él lo que
sufrimos. Así lo fue entusiasmando por la Pasión de Cristo.
Su
padre le leía de vez en cuando el libro de vidas de Santos, y esto lo
animaba mucho a ser mejor. Aquel buen hombre avisaba también continuamente
a su hijo acerca de lo peligroso y dañino que es juntarse con malas
compañías. Así lo libró de muchos males y peligros.
A
los 15 años oyó un emocionante sermón acerca de esta frase de Jesús:
"Si no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán". En
esa fecha hizo una confesión general de toda su vida y desde aquel día
empezó a dormir en el duro suelo, a ayunar, a dedicar varias horas de la
noche a rezar y a leer libros piadosos. Luego organizó con algunos de sus
compañeros una asociación de jóvenes para ayudar a los demás con sus
palabras y buenos ejemplos a ser mejores. Varios de esos muchachos se
hicieron religiosos después.
Se
alistó en el ejército del Sumo Pontífice para defender la religión, pero
después de un año se dio cuenta que no tenía vocación para militar.
Luego rechazó unos negocios muy prometedores que le ofrecían y un
matrimonio muy brillante que se le presentaba. Se quedó por varios años en
la casa de sus padres dedicado a la oración, a la meditación y a practicar
la caridad hacia los pobres.
En
1720 vio que en sueños le mostraban una sotana negra con un corazón y una
cruz blanca y el nombre de Jesús. Era como un aviso del hábito o
distintivo que debería dar a sus religiosos. Después en una visión oyó a
la Sma. Virgen que le aconsejaba fundar una comunidad que se dedicara a amar
y hacer amar la Santísima Pasión de Jesucristo. Pablo presentó estos
mensajes por escrito al Sr. Obispo y a su director espiritual. Ambos,
conociendo la vida heroica de virtud y oración que el joven había llevado
desde niño, reconocieron que se trataba realmente de una vocación
señalada por Dios. Y el Sr. Obispo le dio a Pablo la sotana negra con el
corazón blanco y la cruz sobre el pecho.
Pablo
se retiró durante 40 días a redactar los Reglamentos de la nueva
comunidad, en una húmeda habitación junto a una sacristía, donde vivió
todo ese tiempo a pan y agua y durmiendo por la noche en un lecho de paja.
Esos Reglamentos son los que han seguido siempre sus religiosos. Luego se
dedicó a ayudar a los sacerdotes a dar clases de catecismo, y a predicar
misiones populares con gran éxito.
Los
primeros candidatos que se presentaron pidiendo ser admitidos en la nueva
Congregación, encontraron demasiado duro el Reglamento y se retiraron.
Mientras tanto San Pablo de la Cruz y un compañero suyo viajaban por los
pueblos predicando misiones y obteniendo muchas conversiones.
El
Papa Benedicto XIV aprobó los Reglamento, pero suavizándolos un poco, y
entonces empezaron a llegar novicios, y pronto tuvo ya tres casas de
religiosos pasionistas.
En
todas las ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la Pasión
y Muerte de Jesucristo. A veces se presentaba con una corona de espinas en
la cabeza. Siempre llevaba en la mano una cruz, y con los brazos extendidos,
el santo hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor, en forma que
conmovía aun a los más duros e indiferentes. A veces, cuando el público
no demostraba conversión, se azotaba violentamente delante de todos, por
los pecados del pueblo, de modo que hacía llorar hasta a los soldados y a
los bandoleros.
Un
oficial que asistió a algunos de sus sermones decía: "Yo he estado en
muchas batallas, sin sentir el mínimo miedo al oír el estallido de los
cañones. Pero cuando este padre predica me hace temblar de pies a
cabeza". Es que Dios le había dado la eficacia de la palabra y el
Espíritu Santo le concedía la gracia de conmover los corazones.
En
los sermones era duro e intransigente para no dejar que los pecadores
vivieran en paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era
compresivo y amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos
a cambiar de vida, y aconsejándoles medios prácticos para perseverar
siendo buenos cristianos, y portándose bien.
Dios
colmó a San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas personas
les anunció cosas que les iban a suceder en el futuro. Curó a innumerables
enfermos. Estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a alguno para
darle algún aviso de importancia, y desaparecía inmediatamente. Rechazaba
toda muestra de veneración que quisieran darle, pero las gentes se
apretujaban junto a él y hasta le quitaban pedacitos de su sotana para
llevarlos como reliquias y recuerdos.
Con
su hermano Juan Bautista trabajaron siempre juntos predicando misiones,
enseñando catecismo y atendiendo pobres. Como ambos eran sacerdotes, se
confesaban el uno con el otro y se corregían en todo lo necesario.
Solamente una vez tuvieron un pequeño disgusto y fue cuando un día Juan
Bautista se atrevió a decirle a Pablo que lo consideraba un hombre
verdaderamente virtuoso. El santo se disgustó y le prohibió hablarle por
tres días. Al tercer día Juan Bautista le pidió perdón de rodillas y
siguieron siendo buenos amigos como antes.
En
1771 fundó la comunidad de Hermanas Pasionistas que se dedican también a
amar y hacer amar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
En
1772 sintiéndose muy enfermo mandó pedir al Papa su bendición para morir
en paz. Pero el Sumo Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que
viviera unos años más. Entonces se mejoró y vivió otros tres años.
Su
muerte ocurrió el 18 de octubre de 1775 cuando tenía ochenta años. Antes
de cien años (1867) fue declarado santo.
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