"Nosotros no poseemos la verdad, es la Verdad quien nos posee a nosotros. Cristo, que es la Verdad, nos toma de la mano". Benedicto XVI
"Dejá que Jesús escriba tu historia. Dejate sorprender por Jesús." Francisco

"¡No tengan miedo!" Juan Pablo II
Ven Espiritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu para darnos nueva vida. Y renovarás el Universo. Dios, que iluminaste los corazones de tus fieles con las luces del Espíritu Santo, danos el valor de confesarte ante el mundo para que se cumpla tu plan divino. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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martes, 25 de septiembre de 2012

Biblia: La Mujer Samaritana



Jesús declara a la samaritana, y solamente a ella, ser el Mesías.

El evangelista san Juan sitúa el encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo de Jacob (Juan 4,6), ubicado a unos 500 metros al Sureste de las ruinas de Siquén (Shekhem en hebreo; Tell Balata en árabe) en las afueras de la ciudad árabe de Naplusa / Nablus.

La Biblia nos habla en varias ocasiones de3 encuentros junto al pozos. En Oriente éstos son como entre nosotros la fuente de los pueblos. Así, el criado de Abrahám, enviado a la tierra de sus antepasados para buscar mujeres para su hijo Isaac, encontró a Rebeca que salía hacia el pozo con un cántaro (Génesis 29, 9-14).

Del mismo modo Moisés, huyendo del faraón, se detuvo en el país de Madián junto a un pozo a donde vinieron a sacar agua las siete hijas del sacerdote de Madián (Éxodo 2, 16-22).

Siquén es el primer lugar geográfico de la tierra prometida nombrado en la Biblia. Abram, habiendo salido de Harrán “atravesó el país hasta el lugar santo de Siquén, hasta el encimar de Moré. Los cananeos vivían entonces en al país. El Señor se apareció a Abram y le dijo: A tu descendencia le daré esta tierra. Y Abram levantó allí un altar al Señor” (Génesis 12,6-7).

Asimismo, Jacob viniendo  de Harrán “llegó sano y salvo a la ciudad de Siquén, en tierra de Canaán y acampó delante de ella. Compró después a los hijos de Hamor, padre de Siquén, por 100 monedas de plata el pozo de campo donde había levantado su tienda y erigió allí un altar que dedicó al Dios de Israel” (Génesis 33,18-20).

La tradición rabínica, así como la samaritana, aseguran que Jacob excavó un pozo manantial. En el siglo IV San Jerónimo vio en este lugar una iglesia. La actual propiedad de los greco-ortodoxos, comenzó a construirse antes de la primera guerra mundial sobre las ruinas de una iglesia cruzada.

Paralizada la construcción por falta de fondos, se pudo poner la última piedra en el año jubilar de 2000. La iglesia cubre al pozo, de 35 metros de profundidad, y es llamado, por unos, pozo de Jacob y por otros, pozo de la samaritana. En árabe: Bir Yacub.

Jacob antes de morir dio este lugar a su hijo José (Génesis 48,22). Cuando el pueblo judío salió de Egipto para instalarse en la Tierra prometida, llevó consigo los huesos de José para darlos sepultura junto al pozo como había pedido José antes de morir (Génesis 50,25; Josué 24,32). En el año 415 la tumba de José, situada a unos 500 metros al nombre del pozo de Jacob, fue abierta y sus huesos trasladados a Constantinopla.

El P. Fréderic Manns, del Estudio bíblico de la Flagelación, recomienda leer el diálogo de Jesús con la samaritana teniendo en cuenta las referencias bíblicas que acabamos de señalar.

Por su formación bíblica el P. Manns ha aprendido que las Sagradas Escrituras deban ser leídas detenidamente, “excavadas”, ya que se asemejan a un pozo de agua viva: “Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, para excavarse aljibes agrietados que no retiren el agua” (Jeremías 2,13).

“Jesús fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaria fue a sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de beber” (Juan 4,6-7). La mujer no tiene nombre propio, al igual que otros personajes bíblicos, no porque no sean personas reales sino para que estén más cargados de misterio. “La samaritana le respondió: ¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí que soy samaritana? Los judíos en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió; Si conocieras el don de Dios y quien es el que te dice: Dame de beber, tú misma se lo hubieras pedido y él te habría dado agua viva” (4,9-10).

Jesús pide de beber y al mismo tiempo promete apagar la sed. Poco a poco se está abriendo una vía en el corazón de la mujer. Si al principio Jesús tomó la iniciativa, luego es la samaritana la que dirige la conversación. A un cierto punto Jesús la pidió llamar a su marido.

“La mujer respondió: No tengo marido. Jesús continuó: Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que tienes ahora no es tu marido; en eso has dicho la verdad. La mujer le dijo: Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron em esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”. (Juan 4,17-20). Este es un problema que hunde sus raíces históricas en la división del reino de Salomón en dos: reino de Judá y reino de Israel.

“Jesús le respondió: Créeme, mujer,  llega la hora, en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos”. (Juan 4,21-22). He aquí una magistral respuesta ecuménica. Jesús no dice, con falso irenismo, que todo es lo mismo, sino que subraya con caridad que la “salvación viene de los judíos”.

El diálogo con la samaritana, una de las páginas más bellas de los evangelios, termina declarando Jesús que él es el mesías: “Soy yo, el que habla contigo” (Juan 4,26). “La mujer, dejando allí en cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice ¿No será en Mesías?

Así se comportó también la Magdalena, después de haber visto a Jesús resucitado: dejó el sepulcro y se fue a dar la noticia a los apóstoles (Juan 20,18). “Muchos samaritanos de esa ciudad había creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: “Me ha dicho todo lo que hice” (Juan 4,39).

Pia Compagnoni
Revista Tierra Santa Nº 754 página 6 a 8. Año 2002.


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