San Gerardo Sagredo. Martir
24 de Septiembre
24 de Septiembre
Es
de origen Veneciano. Nació cerca del año 980. Fue monje benedictino,
obispo y evangelizador de Hungría en Buda (Buda y Pest están separadas
por el Danubio. Fue encargado de la educación del hijo del rey Santo y
unificador de Hungría. Fue lapidado y lanceado por los bárbaros hecho
mártir el 24 de Septiembre de 1043, junto con otros cuatro obispos. Parte
de sus reliquias están en Hungría, otra parte en la Basílica Santa
María la Mayor de la Isla de Murano en el Golfo de Venecia.
Gerardo Sagredo, Santo |
Obispo y Mártir
Martirologio Romano: En Panonia
(hoy Hungría), san Gerardo Sagredo, obispo de la sede de Morisena (hoy Csanad)
y mártir, que fue preceptor de san Emerico, príncipe adolescente hijo del rey
san Esteban, y en una sedición de húngaros paganos murió apedreado cerca del
río Danubio (1046).
Etimología:
Gerardo = Audaz con la lanza, viene del germano
San
Gerardo, algunas veces llamado Sagredo, fue el apóstol de un vasto distrito de
Hungría.
Era
originario de Venecia, donde nació a principios del siglo once. Desde muy
joven, se consagró al servicio de Dios en el monasterio benedictino de San
Giorgio Maggiore en Venecia, pero al cabo de algún tiempo, abandonó el convento
para hacer una peregrinación a Jerusalén.
Al pasar
por Hungría, conoció al rey San Esteban, a quien impresionaron tanto las
cualidades de Gerardo, que lo retuvo para que fuese el tutor de su hijo, el
Beato Emeric. Al tiempo que ejercía sus funciones de educador, el santo predicó
la palabra de Dios con mucho éxito. Cuando San Esteban fundó la sede episcopal
de Csanad, nombró a Gerardo como su primer obispo. La gran mayoría de los
habitantes del lugar eran paganos, y los pocos que llevaban el nombre de
cristianos, eran ignorantes, salvajes y brutales, pero San Gerardo trabajó
entre ellos con tan buenos frutos que, en poco tiempo, el cristianismo progresó
considerablemente. Siempre que le era posible, unía Gerardo la perfección en su
desempeño de la tarea episcopal con el recogimiento de la vida contemplativa
que le fortalecía para continuar con sus funciones. Además, Gerardo fue
investigador y escritor; entre sus obras figura una inconclusa disertación
sobre el Himno de los Tres Jóvenes (Daniel III) y otros escritos que se perdieron
con el correr del tiempo.
El rey
Esteban secundó el celo del buen obispo en tanto que vivió, pero a su muerte,
ocurrida en 1038, el reino quedó en la anarquía a causa de las disputas por la
sucesión al trono y, al mismo tiempo, estalló una rebelión contra el
cristianismo.
Las cosas
iban de mal en peor, hasta el extremo de que, virtualmente, se declaró una
abierta persecución contra los cristianos. Por entonces, Gerardo, que celebraba
la misa en la iglesita de una aldea junto al Danubio, llamada Giod, tuvo la
premonición de que aquel mismo día habría de recibir la corona del martirio.
Terminada la visita a la aldea, el obispo y su comitiva partieron hacia la
ciudad de Buda.
Ya se
disponían a cruzar el río, cuando fueron detenidos por una partida de soldados
al mando de un oficial, idólatra recalcitrante y acérrimo enemigo hasta de la
memoria del rey Esteban. Sin mediar palabra, los soldados comenzaron a lanzar
piedras contra San Gerardo y sus gentes, que se hallaban dentro de la barca,
amarrada a un pilote. Algunos de ellos se metieron al agua, volcaron la
embarcación y sacaron a rastras al santo obispo. Asido a los brazos de sus
captores, se incorporó hasta ponerse de rodillas y oró en voz alta con las
palabras de San Esteban, el Protomártir: "¡Señor, no les toméis en cuenta
esta culpa!" Apenas había pronunciado estas palabras cuando le atravesaron
el pecho con una lanza.
Los
soldados arrastraron el cuerpo hasta el borde de un acantilado que lleva el
nombre de Blocksberg y arrojaron el cadáver al Danubio. Era el 24 de septiembre
de 1046. La muerte heroica de San Gerardo produjo un profundo efecto entre el
pueblo que, desde el primer momento, comenzó a venerarlo como mártir. Sus
reliquias fueron colocadas en un santuario, en 1083, al mismo tiempo que las de
San Esteban y las de su hijo, el Beato Emeric. En 1333, la República de Venecia
obtuvo del rey de Hungría la concesión de trasladar la mayor parte de las
reliquias de San Gerardo a la iglesia de Nuestra Señora, en la isla de Murano,
vecina a Venecia donde hasta hoy se venera al santo como al protomártir de
aquel lugar donde vino al mundo.
Etimología: Gerardo = Audaz con la lanza, viene del germano
San Gerardo, algunas veces llamado Sagredo, fue el apóstol de un vasto distrito de Hungría.
Era originario de Venecia, donde nació a principios del siglo once. Desde muy joven, se consagró al servicio de Dios en el monasterio benedictino de San Giorgio Maggiore en Venecia, pero al cabo de algún tiempo, abandonó el convento para hacer una peregrinación a Jerusalén.
Al pasar por Hungría, conoció al rey San Esteban, a quien impresionaron tanto las cualidades de Gerardo, que lo retuvo para que fuese el tutor de su hijo, el Beato Emeric. Al tiempo que ejercía sus funciones de educador, el santo predicó la palabra de Dios con mucho éxito. Cuando San Esteban fundó la sede episcopal de Csanad, nombró a Gerardo como su primer obispo. La gran mayoría de los habitantes del lugar eran paganos, y los pocos que llevaban el nombre de cristianos, eran ignorantes, salvajes y brutales, pero San Gerardo trabajó entre ellos con tan buenos frutos que, en poco tiempo, el cristianismo progresó considerablemente. Siempre que le era posible, unía Gerardo la perfección en su desempeño de la tarea episcopal con el recogimiento de la vida contemplativa que le fortalecía para continuar con sus funciones. Además, Gerardo fue investigador y escritor; entre sus obras figura una inconclusa disertación sobre el Himno de los Tres Jóvenes (Daniel III) y otros escritos que se perdieron con el correr del tiempo.
El rey Esteban secundó el celo del buen obispo en tanto que vivió, pero a su muerte, ocurrida en 1038, el reino quedó en la anarquía a causa de las disputas por la sucesión al trono y, al mismo tiempo, estalló una rebelión contra el cristianismo.
Las cosas iban de mal en peor, hasta el extremo de que, virtualmente, se declaró una abierta persecución contra los cristianos. Por entonces, Gerardo, que celebraba la misa en la iglesita de una aldea junto al Danubio, llamada Giod, tuvo la premonición de que aquel mismo día habría de recibir la corona del martirio. Terminada la visita a la aldea, el obispo y su comitiva partieron hacia la ciudad de Buda.
Ya se disponían a cruzar el río, cuando fueron detenidos por una partida de soldados al mando de un oficial, idólatra recalcitrante y acérrimo enemigo hasta de la memoria del rey Esteban. Sin mediar palabra, los soldados comenzaron a lanzar piedras contra San Gerardo y sus gentes, que se hallaban dentro de la barca, amarrada a un pilote. Algunos de ellos se metieron al agua, volcaron la embarcación y sacaron a rastras al santo obispo. Asido a los brazos de sus captores, se incorporó hasta ponerse de rodillas y oró en voz alta con las palabras de San Esteban, el Protomártir: "¡Señor, no les toméis en cuenta esta culpa!" Apenas había pronunciado estas palabras cuando le atravesaron el pecho con una lanza.
Los soldados arrastraron el cuerpo hasta el borde de un acantilado que lleva el nombre de Blocksberg y arrojaron el cadáver al Danubio. Era el 24 de septiembre de 1046. La muerte heroica de San Gerardo produjo un profundo efecto entre el pueblo que, desde el primer momento, comenzó a venerarlo como mártir. Sus reliquias fueron colocadas en un santuario, en 1083, al mismo tiempo que las de San Esteban y las de su hijo, el Beato Emeric. En 1333, la República de Venecia obtuvo del rey de Hungría la concesión de trasladar la mayor parte de las reliquias de San Gerardo a la iglesia de Nuestra Señora, en la isla de Murano, vecina a Venecia donde hasta hoy se venera al santo como al protomártir de aquel lugar donde vino al mundo.
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