San Modesto
Restaurador de Jerusalén
Año 634
Restaurador de Jerusalén
Año 634
Modesto
significa: "el que observa la justa medida, el que se mantiene en
los límites de lo justo" (Medus: medida).
Este santo se hizo
especialmente benemérito de la Iglesia Católica por haber restaurado
los templos de los Santos Lugares de Jerusalén, después del terrible
destrozo que hicieron allí los persas.
En el año 600 el rey
persa Cosroes, pagano y enemigo de la religión católica invadió la
Tierra Santa de Palestina, y ayudado por los judíos y samaritanos fue
destruyendo y quemando sistemáticamente todo lo que encontró de católico
por allí: templos, casas religiosas, altares, etc. Mandó matar a
millares de cristianos en Jerusalén, a muchos otros los vendió como
esclavos y al resto los fue desterrando sin piedad. Al Arzobispo de
Jerusalén, San Zacarías lo envió al destierro también.
Y fue entonces cuando
Dios suscitó a un hombre dotado de especialísimas cualidades para
reconstruir los sitios sagrados que habían sido destruidos. Fue
Modesto, superior de uno de los conventos de Tierra Santa.
Después de varios años
en que los habitantes de Palestina tuvieron que portar el régimen del
terror de los persas o iraníes, los excesos del ejército del rey
Cosroes y los desmanes de los judíos, que aprovecharon la situación
para destruir cuanto templo católico pudieron, de pronto se apareció
el emperador Heráclito con su ejército y fue derrotando a los persas y
alejándolos de esas tierras.
Y aprovechando esa
situación ventajosa, Modesto se dedicó con todas sus fuerzas y ayudado
por sus monjes a recoger ayudas de todas partes y a reconstruir los
templos destruidos o quemados por los paganos. Lo primero que reconstruyó
fue el templo del Santo Sepulcro, y luego el de Getsemaní o el Huerto
de los Olivos y la Casa de la Última Cena, o Cenáculo, y muchos más.
Pedía ayudas por todas partes y poco a poco iba reconstruyendo cada
templo, pero teniendo cuidado de que se conservara la antigua forma que
tenía antes de la destrucción de los persas.
Las gentes contribuían
con mucha generosidad, y así el Arzobispo de Alejandría en Egipto le
envió mil cargas de harina para los obreros, mil trabajadores, mil láminas
de hierro y mil bestias de carga. Y algo parecido hicieron los otros.
Cuando el emperador Heráclito
de Constantinopla logró derrotar a Cosroes y quitarle la santa cruz que
el otro se había robado de Jerusalén, el mismo emperador quiso
presidir la procesión que devolvía la cruz de Cristo a la ciudad santa
pero al llegar a aquellas tierras se encontró con una destrucción tan
total y terrible de todo lo que fuera sagrado, que Heráclito no pudo
menos que echarse a llorar.
Y como el Arzobispo San
Zacarías había muerto en el destierro, al emperador le pareció que el
que mejor podía ejercer ese cargo era Modesto y lo nombró Patriarca
Arzobispo de Jerusalén. Fue una elección muy oportuna, porque entonces
sí tuvo facilidad nuestro santo para dedicarse a reconstruir los
centenares de templos y capillas y demás lugares santos destruidos por
los bárbaros.
Modesto continuó
incansable su labor de reconstruir templos, recoger ayudas e
inspeccionar los trabajos en los diversos sitios. Pero un 18 de
diciembre, mientras llevaba un valioso cargamento de ayudas para la
restauración de los santos lugares fue envenenado por unos perversos
para poder robarle los tesoros que llevaba, y así murió víctima de su
gran trabajo de reconstrucción.
Gracias buen Modesto por
tu gran interés por reconstruir y hermosear los templos de nuestra
santa religión.
Mi casa es casa
de oración – dice el Señor – no la convirtáis en cueva de
ladrones.
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