Nola
es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20
kilómetros de Nápoles. Allí vio la luz san Félix, cuyo
nombre significa "feliz", en el siglo III. Su padre
Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en
cambio, prefirió ser soldado de Cristo.
Poco sabemos de
su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones
desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias
carecemos de actas que hubieran podido proporcionar noticias
precisas. Los rasgos más exactos que conocemos a través de
san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien escribió su
biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo
protector. También escribieron sobre él Beda, san Agustín y
Gregorio Turonense. El papa san Dámaso le dedicó un poema.
Para destruir
la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar
principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos.
Gobernaba entonces la grey de Nola el obispo Máximo, cargado
de años, quien se refugió en las montañas de los Apeninos.
Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para
vigilar y proteger a los fieles.
No duró mucho
tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña
ciudad donde todos se conocían y él no disimuló su
condición de cristiano. Arrestado y conducido a la cárcel,
lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses. Por
su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre,
frío, tristeza y dolor.
Félix fue un
ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo
gravísimos riesgos y compartió con él la dura experiencia
de la persecución.
Habiendo
escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio
nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las
disposiciones que contra los cristianos dictó el emperador
Valeriano, entre los años 256 y 257.
Al morir
Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal,
pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como
presbítero su misión evangelizadora. Murió el 14 de enero,
se cree que del año 260. Fue enterrado en Nola y su sepulcro
se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue
consagrada una basílica.
Los campesinos
de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de
los ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los
numerosos milagros operados junto a su tumba.
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