Del hebreo, "Dios ha hecho gracia" (304?-394?).
Ermitaño. Nace en Licópolis, actual Asiut, ciudad de la baja Tebaida,
Egipto. De familia humilde, desde temprana edad trabaja como carpintero.
Hacia el año 330, conoce a un santo varón eremita -quien es muy
admirado en su país-, a quien adopta como su guía y maestro y va con él a
vivir al desierto, donde se alimenta de plantas y raíces silvestres;
desarrolla su espiritualidad y permanece en oración contemplativa, a fin
de lograr la perfección.
Diez años después muere su maestro y Juan radica en diferentes monasterios, donde es admirado por su ascetismo, humildad y virtudes. Abandona la vida monástica y regresa a la eremítica, para ello habita una cueva en la ladera de una montaña en el desierto cercano a Licópolis.
Durante cuarenta años ésta será su morada, en la soledad, orando y alimentándose con hierbas y raíces. Los habitantes de la citada población pronto escuchan que en la soledad vive un santo y acuden a él para consultarle o solicitarle su bendición.
Diez años después muere su maestro y Juan radica en diferentes monasterios, donde es admirado por su ascetismo, humildad y virtudes. Abandona la vida monástica y regresa a la eremítica, para ello habita una cueva en la ladera de una montaña en el desierto cercano a Licópolis.
Durante cuarenta años ésta será su morada, en la soledad, orando y alimentándose con hierbas y raíces. Los habitantes de la citada población pronto escuchan que en la soledad vive un santo y acuden a él para consultarle o solicitarle su bendición.
Exceptuando a San Antonio, ningún ermitaño del desierto adquirió; tan
amplia fama como San Juan de Egipto, que fue consultado por emperadores y
cuyas alabanzas fueron cantadas por San Jerónimo, Paladio, Casiano, San
Agustín y muchos otros. Nació; en la bajada Tebaida, en Licópolis,
siendo educado en el oficio de carpintero.
A la edad de 25 años decidió; abandonar el mundo y se puso bajo la guía de un anciano anacoreta, quien durante diez años, lo ejercitó en la obediencia y abnegación de sí mismo. El santo obedeció con humildad y sin replicar, por irracional que fuera la tarea que se le imponía, y continuó con este ejercicio hasta la muerte del anciano.
Se retiró a una cumbre de una escarpada colina, donde construyó tres celdas contiguas. Ahí permaneció hasta el final de sus días. Durante cinco días de la semana, hablaba con Dios, pero los sábados y domingos, las personas podían acercarse para oir sus instrucciones y consejos espirituales.
San Juan no fundó ninguna congregación, pero se le considera como el Padre de todos los ascetas, y cuando sus visitantes llegaron a ser tan numerosos, fue necesario construir mas celdas para recibirlos.
También fue especialmente famoso por sus profecías, milagros, su poder de leer los pensamientos y de descubrir los pecados secretos de aquellos que lo visitaban.
Falleció a la edad de 90 años, mientras estaba de rodillas orando con el Padre Celestial.
A la edad de 25 años decidió; abandonar el mundo y se puso bajo la guía de un anciano anacoreta, quien durante diez años, lo ejercitó en la obediencia y abnegación de sí mismo. El santo obedeció con humildad y sin replicar, por irracional que fuera la tarea que se le imponía, y continuó con este ejercicio hasta la muerte del anciano.
Se retiró a una cumbre de una escarpada colina, donde construyó tres celdas contiguas. Ahí permaneció hasta el final de sus días. Durante cinco días de la semana, hablaba con Dios, pero los sábados y domingos, las personas podían acercarse para oir sus instrucciones y consejos espirituales.
San Juan no fundó ninguna congregación, pero se le considera como el Padre de todos los ascetas, y cuando sus visitantes llegaron a ser tan numerosos, fue necesario construir mas celdas para recibirlos.
También fue especialmente famoso por sus profecías, milagros, su poder de leer los pensamientos y de descubrir los pecados secretos de aquellos que lo visitaban.
Falleció a la edad de 90 años, mientras estaba de rodillas orando con el Padre Celestial.
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