(Basílica Nuestra Señora de Luján, 25 de mayo de 2013)
Saludo protocolar….
Queridos hermanos todos en el Señor: en este tiempo celebrativo del bicentenario de nuestra patria: 2010 -2016, nos encontramos en la casa de nuestra madre y patrona, Nuestra Señora de Luján, para dar gracias a Dios por este nuevo aniversario, conmemorando los 203 años del primer gobierno patrio. ¡Te Deum laudamus! A ti Dios nuestra alabanza por tantos beneficios concedidos.
Este marco de acción de gracias tiene una connotación histórica particular y absolutamente gratuita, como todos los dones de Dios: la alegría de contar con el querido Papa Francisco, un hijo de nuestra patria y de nuestra Iglesia, a quien Jesús llamó como obispo de Roma, sucesor del apóstol Pedro, sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Los cardenales han querido elegir un papa fuera de Europa, procedente del tercer mundo, de sud América y argentino.
El ha querido adoptar el nombre de Francisco y conocemos por sus propias palabras que lo hizo en atención al santo de Asís, en el cual brillaron el amor a la pobreza evangélica, el amor a la paz y el amor por la creación. Tres realidades que hoy continúan reclamando toda nuestra atención para vivir de un modo más digno este mundo que compartimos.
Al pensar en estas reflexiones, vino a mi memoria el famoso discurso de Martin Luther King (1), señero en la historia de los derechos humanos que inmortalizara, pocos años antes de su asesinato, con la famosa frase: Yo tengo un sueño…(I have a dream). Permítanme también expresar cómo sueño a esta tierra bendita que habitamos, iluminando los pensamientos con frases del Papa Francisco recientemente pronunciadas.
Me apoyaré en los tres amores de San Francisco señalados anteriormente:
Con respecto al amor a la pobreza:
En el encuentro con los periodistas que habían cubierto desde Roma la elección papal, el Pontífice explicó que “Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo,... Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa –dice–, él me confortaba.
Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís” (2).
La Argentina de hoy “tiene demasiados pobres y excluidos, los cuente quien los contare… Lo que hay detrás de los números son personas, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños. No se trata sólo de un problema económico o estadístico. “Es primariamente un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial”… No podemos admitir que se consolide una sociedad dual. –Decía hace poco más de tres años el entonces Cardenal Bergoglio– “Más allá de los esfuerzos que se realizan, debemos reconocer que somos una sociedad injusta e insolidaria que ha permitido, o al menos consentido, que un pueblo otrora con altos índices de equidad sea hoy uno de los más desiguales e injustos de la región” (3).
Sueño, y creo que todos los hombres de buena voluntad comparten este sueño, con una patria más equilibrada socialmente, donde quien tiene comparta y no solo acumule y quien no tiene pueda ser aliviado en su necesidad dignamente: pudiendo encontrar un trabajo que le de bienestar para él y su familia; una educación que lo saque del aislamiento y lo haga capaz de abrirse horizontes justos y liberadores; una acceso a la salud que le permita desarrollarse en igualdad de condiciones; una inclusión social que lo haga protagonista y no solo receptor de ayudas. Es mucho lo que se viene haciendo, pero es mucho todavía lo que falta para crecer en justicia y hermandad. Al concluir este primer punto no puedo dejar de citar lo que el Papa Francisco dijo a los periodistas en el encuentro que he referido: “como me gustaría una Iglesia pobre para los pobres”
Con respecto a la paz:
En su Mensaje para la Cuaresma de este año el entonces cardenal primado de la Argentina manifestaba que “Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón. Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos en tantos países del mundo. (…). El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas –incluso de niños– junto con la miseria material y moral son moneda corriente. (…). Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras. (…)” (4)
La paz es un don de Dios, brota de la reconciliación y de la derrota del pecado en todas sus formas conseguida por la muerte y resurrección de Cristo: sólo en El encontramos la verdadera paz. Sueño con que esa paz brote de corazones renovados por el amor de Dios, corazones humildes que sepan perdonar para poder ser perdonados y así podamos recomenzar con la esperanza que el Señor nos regala.
Con respecto al amor por la creación:
Finalizando la explicación de la elección de su nombre el Santo Padre afirma que San Francisco es “el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena,…”
Al respecto, el año pasado, los Obispos de la Patagonia en su declaración sobre la minería a cielo abierto manifestaron la necesidad de un compromiso serio para “garantizar que los pueblos y zonas cercanas a los emprendimientos mineros puedan mantener: su forma de vida, sus trabajos, sus costumbres productivas, su agua, sus cerros, sus bosques… La voluntad política de un efectivo control social sobre tales emprendimientos;…”
Por esto sueño con una nación donde se multipliquen las fuentes de trabajo aquí y en el interior de nuestra Patria, pero nunca el afán de ganancias debe ir en desmedro de lo que Dios nos dio en esta maravillosa tierra argentina.
Decía el Papa el día en que iniciaba su ministerio petrino: “Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos” (5).
Sueño con la “ecología humana”, es decir la interrelación del hombre con todo lo que existe. La tierra no soporta más la explotación del ser humano y se hace necesaria una armonía con el entorno, sin romper el equilibrio natural con la tierra que es la casa común, debemos cuidarla y eso nos corresponde como humanidad. No bastan los esfuerzos aislados. En este sueño también entra el respeto a la vida en todas sus formas y fases, en todas las condiciones, especialmente las más vulnerables.
Para finalizar, queridos hermanos, deseo agradecer, en la persona de nuestra presidenta, al Estado Nacional que destinó aportes importantes para hacer realidad el compromiso asumido en su primer decreto por el entonces Presidente de la República, el Dr. Néstor Kirchner. Sin esta asistencia no hubiera sido posible regalarles a los argentinos la renovada belleza de esta casa que nos cobija a todos.
En la conclusión de este Te Deum, al tiempo de agradecer a Dios y a nuestros hermanos también queremos anunciar a Jesucristo. “Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor” (6). Por eso abramos nuestro corazón a la esperanza sabiendo que como Dios nos acompañó en el pasado, nos acompañará también en el futuro.
Hay unas palabras que el Papa Francisco dirigió en comunicación telefónica desde Roma a los jóvenes que hacían una vigilia de oración en la Catedral de Buenos Aires el 19 de marzo a la madrugada, son muy sencillas y muy claras: “Les quiero pedir un favor, que caminemos juntos todos. Cuidémonos los unos a los otros. Cuídense entre ustedes. No se hagan daño.
Cuídense… cuiden a los niños, cuiden a los viejos. Que no haya odios, que no haya peleas. Dejen de lado la envidia. No le saquen el cuero a nadie. Dialoguen. Que entre ustedes este deseo de cuidarse vaya creciendo en el corazón…”
Caminemos con esperanza, con fe y vivamos el amor fraterno desde una solidaridad cada vez mayor. No lo hacemos solos o meramente desde nuestra voluntad. El Señor camina con nosotros, está vivo, nos espera, nos busca, nos perdona y nos impulsa a formar una verdadera familia. El Papa Francisco el día 8 de mayo pasado, fiesta de la Virgen de Luján, decía en la plaza de San Pedro en Roma: “Deseo hacer llegar a todos los hijos de esas queridas tierras argentinas mi sincero afecto, a la vez que pongo en manos de la Santísima Virgen todas sus alegrías y preocupaciones”. Que ella interceda ante su hijo Jesucristo, Señor de la historia, para que nos conceda la alegría de vivir en este querido suelo argentino con justicia, libertad y amor.
Señor, aquí estamos ante ti para ser agradecidos por nuestra Patria, por los que habitan este suelo argentino, por tener en el cura Brochero, próximo beato, un hombre de Dios y de su pueblo, por habernos regalado un papa de nuestra tierra y por los millones de hermanos que creen en vos y luchan por una Argentina mejor.
Concédenos seguir caminando hacia este cielo nuevo y tierra nueva donde todos podrán participar en la nueva creación. Amén
Mons. Agustín Radrizzani, arzobispo de Mercedes-Luján
Saludo protocolar….
Queridos hermanos todos en el Señor: en este tiempo celebrativo del bicentenario de nuestra patria: 2010 -2016, nos encontramos en la casa de nuestra madre y patrona, Nuestra Señora de Luján, para dar gracias a Dios por este nuevo aniversario, conmemorando los 203 años del primer gobierno patrio. ¡Te Deum laudamus! A ti Dios nuestra alabanza por tantos beneficios concedidos.
Este marco de acción de gracias tiene una connotación histórica particular y absolutamente gratuita, como todos los dones de Dios: la alegría de contar con el querido Papa Francisco, un hijo de nuestra patria y de nuestra Iglesia, a quien Jesús llamó como obispo de Roma, sucesor del apóstol Pedro, sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Los cardenales han querido elegir un papa fuera de Europa, procedente del tercer mundo, de sud América y argentino.
El ha querido adoptar el nombre de Francisco y conocemos por sus propias palabras que lo hizo en atención al santo de Asís, en el cual brillaron el amor a la pobreza evangélica, el amor a la paz y el amor por la creación. Tres realidades que hoy continúan reclamando toda nuestra atención para vivir de un modo más digno este mundo que compartimos.
Al pensar en estas reflexiones, vino a mi memoria el famoso discurso de Martin Luther King (1), señero en la historia de los derechos humanos que inmortalizara, pocos años antes de su asesinato, con la famosa frase: Yo tengo un sueño…(I have a dream). Permítanme también expresar cómo sueño a esta tierra bendita que habitamos, iluminando los pensamientos con frases del Papa Francisco recientemente pronunciadas.
Me apoyaré en los tres amores de San Francisco señalados anteriormente:
Con respecto al amor a la pobreza:
En el encuentro con los periodistas que habían cubierto desde Roma la elección papal, el Pontífice explicó que “Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo,... Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa –dice–, él me confortaba.
Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís” (2).
La Argentina de hoy “tiene demasiados pobres y excluidos, los cuente quien los contare… Lo que hay detrás de los números son personas, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños. No se trata sólo de un problema económico o estadístico. “Es primariamente un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial”… No podemos admitir que se consolide una sociedad dual. –Decía hace poco más de tres años el entonces Cardenal Bergoglio– “Más allá de los esfuerzos que se realizan, debemos reconocer que somos una sociedad injusta e insolidaria que ha permitido, o al menos consentido, que un pueblo otrora con altos índices de equidad sea hoy uno de los más desiguales e injustos de la región” (3).
Sueño, y creo que todos los hombres de buena voluntad comparten este sueño, con una patria más equilibrada socialmente, donde quien tiene comparta y no solo acumule y quien no tiene pueda ser aliviado en su necesidad dignamente: pudiendo encontrar un trabajo que le de bienestar para él y su familia; una educación que lo saque del aislamiento y lo haga capaz de abrirse horizontes justos y liberadores; una acceso a la salud que le permita desarrollarse en igualdad de condiciones; una inclusión social que lo haga protagonista y no solo receptor de ayudas. Es mucho lo que se viene haciendo, pero es mucho todavía lo que falta para crecer en justicia y hermandad. Al concluir este primer punto no puedo dejar de citar lo que el Papa Francisco dijo a los periodistas en el encuentro que he referido: “como me gustaría una Iglesia pobre para los pobres”
Con respecto a la paz:
En su Mensaje para la Cuaresma de este año el entonces cardenal primado de la Argentina manifestaba que “Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón. Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos en tantos países del mundo. (…). El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas –incluso de niños– junto con la miseria material y moral son moneda corriente. (…). Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras. (…)” (4)
La paz es un don de Dios, brota de la reconciliación y de la derrota del pecado en todas sus formas conseguida por la muerte y resurrección de Cristo: sólo en El encontramos la verdadera paz. Sueño con que esa paz brote de corazones renovados por el amor de Dios, corazones humildes que sepan perdonar para poder ser perdonados y así podamos recomenzar con la esperanza que el Señor nos regala.
Con respecto al amor por la creación:
Finalizando la explicación de la elección de su nombre el Santo Padre afirma que San Francisco es “el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena,…”
Al respecto, el año pasado, los Obispos de la Patagonia en su declaración sobre la minería a cielo abierto manifestaron la necesidad de un compromiso serio para “garantizar que los pueblos y zonas cercanas a los emprendimientos mineros puedan mantener: su forma de vida, sus trabajos, sus costumbres productivas, su agua, sus cerros, sus bosques… La voluntad política de un efectivo control social sobre tales emprendimientos;…”
Por esto sueño con una nación donde se multipliquen las fuentes de trabajo aquí y en el interior de nuestra Patria, pero nunca el afán de ganancias debe ir en desmedro de lo que Dios nos dio en esta maravillosa tierra argentina.
Decía el Papa el día en que iniciaba su ministerio petrino: “Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos” (5).
Sueño con la “ecología humana”, es decir la interrelación del hombre con todo lo que existe. La tierra no soporta más la explotación del ser humano y se hace necesaria una armonía con el entorno, sin romper el equilibrio natural con la tierra que es la casa común, debemos cuidarla y eso nos corresponde como humanidad. No bastan los esfuerzos aislados. En este sueño también entra el respeto a la vida en todas sus formas y fases, en todas las condiciones, especialmente las más vulnerables.
Para finalizar, queridos hermanos, deseo agradecer, en la persona de nuestra presidenta, al Estado Nacional que destinó aportes importantes para hacer realidad el compromiso asumido en su primer decreto por el entonces Presidente de la República, el Dr. Néstor Kirchner. Sin esta asistencia no hubiera sido posible regalarles a los argentinos la renovada belleza de esta casa que nos cobija a todos.
En la conclusión de este Te Deum, al tiempo de agradecer a Dios y a nuestros hermanos también queremos anunciar a Jesucristo. “Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor” (6). Por eso abramos nuestro corazón a la esperanza sabiendo que como Dios nos acompañó en el pasado, nos acompañará también en el futuro.
Hay unas palabras que el Papa Francisco dirigió en comunicación telefónica desde Roma a los jóvenes que hacían una vigilia de oración en la Catedral de Buenos Aires el 19 de marzo a la madrugada, son muy sencillas y muy claras: “Les quiero pedir un favor, que caminemos juntos todos. Cuidémonos los unos a los otros. Cuídense entre ustedes. No se hagan daño.
Cuídense… cuiden a los niños, cuiden a los viejos. Que no haya odios, que no haya peleas. Dejen de lado la envidia. No le saquen el cuero a nadie. Dialoguen. Que entre ustedes este deseo de cuidarse vaya creciendo en el corazón…”
Caminemos con esperanza, con fe y vivamos el amor fraterno desde una solidaridad cada vez mayor. No lo hacemos solos o meramente desde nuestra voluntad. El Señor camina con nosotros, está vivo, nos espera, nos busca, nos perdona y nos impulsa a formar una verdadera familia. El Papa Francisco el día 8 de mayo pasado, fiesta de la Virgen de Luján, decía en la plaza de San Pedro en Roma: “Deseo hacer llegar a todos los hijos de esas queridas tierras argentinas mi sincero afecto, a la vez que pongo en manos de la Santísima Virgen todas sus alegrías y preocupaciones”. Que ella interceda ante su hijo Jesucristo, Señor de la historia, para que nos conceda la alegría de vivir en este querido suelo argentino con justicia, libertad y amor.
Señor, aquí estamos ante ti para ser agradecidos por nuestra Patria, por los que habitan este suelo argentino, por tener en el cura Brochero, próximo beato, un hombre de Dios y de su pueblo, por habernos regalado un papa de nuestra tierra y por los millones de hermanos que creen en vos y luchan por una Argentina mejor.
Concédenos seguir caminando hacia este cielo nuevo y tierra nueva donde todos podrán participar en la nueva creación. Amén
Mons. Agustín Radrizzani, arzobispo de Mercedes-Luján
Notas:
(1)
Martin Luther King, discurso, pronunciado el 28 de agosto de 1963 desde
las escalinatas del Monumento a Lincoln durante la Marcha en Washington
por el trabajo y la libertad.
(2) SS Francisco, Encuentro con los representantes de los medios de comunicación. Vaticano, 16 de marzo de 2013.
(3) Bergoglio, Jorge Mario. Conferencia en la XIII Jornada Arquidiocesana de Pastoral Social. 16 de octubre de 2010.
(4) Bergoglio, Jorge Mario. Homilía miércoles de cenizas. 13 de febrero de 2013.
(5) SS Francisco, Homilía en la inauguración de su ministerio petrino. Vaticano, 19 de marzo de 2013.
(6) SS Francisco, Homilía en la Santa misa con los Cardenales. 14 de marzo de 2013.
(2) SS Francisco, Encuentro con los representantes de los medios de comunicación. Vaticano, 16 de marzo de 2013.
(3) Bergoglio, Jorge Mario. Conferencia en la XIII Jornada Arquidiocesana de Pastoral Social. 16 de octubre de 2010.
(4) Bergoglio, Jorge Mario. Homilía miércoles de cenizas. 13 de febrero de 2013.
(5) SS Francisco, Homilía en la inauguración de su ministerio petrino. Vaticano, 19 de marzo de 2013.
(6) SS Francisco, Homilía en la Santa misa con los Cardenales. 14 de marzo de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario