San Agustín
de Canterbury
Fundador de la Iglesia
en Inglaterra
Año 605
San Agustín: apóstol de Inglaterra: te
rogamos por la Iglesia Católica
en esa nación y en todas las naciones del mundo.
Pídele a Dios que nos envíe muchos
evangelizadores que sean como tú. Amén.
en esa nación y en todas las naciones del mundo.
Pídele a Dios que nos envíe muchos
evangelizadores que sean como tú. Amén.
San
Agustín de Canterbury es considerado uno de los más grandes evangelizadores, al lado de
San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en Alemania. Tiene el gran mérito de haber
dirigido la evangelización de Inglaterra.
Era superior del convento benedictino de Roma, cuando el Sumo
Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió en el año 596 tratar de evangelizar a la
isla de Inglaterra que era pagana. Conociendo el espíritu generoso y emprendedor de
Agustín, que no se acobardaba ante ninguna dificultad, y además sus grandes virtudes, el
Papa lo envió con 39 monjes más a tratar de convertir a esos paganos sajones.
Y sucedió que al llegar Agustín y sus 39 compañeros a la costa, donde se tomaba
la embarcación para llegar a Inglaterra, allí les contaron terribles barbaridades acerca
de los habitantes de esa isla, y los otros misioneros sintieron mucho miedo y enviaron al
santo a que fuera a Roma a contarle al Pontífice lo peligroso que era esto que iban a
emprender. Agustín fue a hablar con el Papa, pero san Gregorio lo animó de tal manera,
recordándole que Dios les concedería la buena voluntad de aquellas gentes, que ya desde
entonces Agustín no se dejó desanimar por los temores.
En Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una esposa muy santa (que
después se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios les concedió a los nuevos
misioneros fue darles la buena voluntad del rey. Este los recibió muy cariñosamente y
les pidió que le enseñaran la religión, y tanto le agradó que pronto se hizo bautizar
y les regaló su palacio real para que les sirviera de convento a los misioneros y les dio
un templo en Canterbury para que allí enseñaran. Y en ese sitio está ahora la más
famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de Canterbury.
El rey dejó en libertad a los súbditos para que escogieran la religión que
quisieran, pero les recomendó que se instruyeran en la religión de Jesucristo y tanto
les agradaron a aquellas gentes las enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la
Navidad del año 597 se hicieron bautizar 10,000 ingleses y entre los nuevos bautizados
estaban los que ocupaban los cargos más importantes de la nación.
Agustín
envió a dos de sus mejores monjes a Roma a contarle al Sumo Pontífice tan hermosas
noticias, y el Papa en cambió le envió el nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo
de misioneros, y cálices y libros para las celebraciones y muchas imágenes religiosas
que a esas gentes recién convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se alegró
muchísimo ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San Agustín un simpático
plan de trabajo.
San Gregorio, sabiendo que la principal virtud del obispo Agustín era la
docilidad a sus superiores, le envió las siguientes recomendaciones 1º. No destruir los
templos de los paganos, sino convertirlos en templos cristianos. 2º. No acabar con todas
las fiestas de los paganos, sino convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo ellos
celebraban las fiestas de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban
todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de los mártires y santos. 3º. Dividir el
país en tres diócesis: Canterbury, Londres y York.
Nuestro santo cumplió exactamente estas recomendaciones, que le produjeron muy
buenos resultados. Y fue nombrado por el Papa, jefe de toda la Iglesia Católica de
Inglaterra (Arzobispo Primado). En las reuniones sobresalía entre todos por su gran
estatura y por su presencia muy venerable que infundía respeto y admiración.
San Agustín escribía frecuentemente desde Inglaterra al Papa San Gregorio a Roma
pidiéndole consejos en muchos casos importantes, y el Sumo Pontífice le escribía
ciertas advertencias muy prácticas como estas: "Dios le ha concedido el don de hacer
milagros, y le ha dejado el inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al
cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo,
que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen
Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con los
milagros y la predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero
no vaya a creerse mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios el
honor y la gloria que sólo El se merece. Hay muchos que son muy santos y no hacen
milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay que llenarse de orgullo por haber
recibido estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y más
glorificado por las gentes". Mucho le sirvieron a Agustín estos consejos para
mantenerse humilde.
Después de haber trabajado por varios años con todas las fuerzas de su alma por
convertir al cristianismo el mayor número posible de ingleses, y por organizar de la
mejor manera que pudo, la Iglesia Católica en Inglaterra, San Agustín de Canterbury
murió santamente el 26 de mayo del año 605. Y un día como hoy fue su entierro y
funeral. Desde entonces ha gozado de gran fama de santidad en esa nación y en muchas
partes más.
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