En el primer párrafo del Martirologio Romano, dice lo siguiente: "En Roma la conmemoración de San Juan ante Portam Latinam, el cual por orden de Domiciano fue llevado prisionero de Efeso a Roma".
El senado lo condenó a morir en un caldero de aceite hirviente, frente a dicha puerta; pero el santo salió de la prueba más joven que antes.
Tanto Alban Butler, que sigue en esto a los críticos de su tiempo, así como Tillemont, no discuten la historicidad del hecho y consideran a San Juan como mártir.
Durante el gobierno de Nerva, San Juan "el apóstol amado", volvió a Efeso, donde murió apaciblemente
San Juan Ante Portam Latinam
San Juan pasó por el martirio, porque no es el discipulo menor que su Maestro. El sufrimiento es algo bien nuestro; el sufrimiento es para los critianos; lo que las espinas para las rosas.
Los que se dejan influir por el mundanismo, por una vida fácil y sin cruz, aunque están bautizados, estos no avanzan en santidad, porque la santidad se alcanza con el sufrimiento, con devolver bien por mal, con aceptar la maldad de otros y, aunque la vida haga que les ganen a sus sucias jugadas, no se gozan en el triunfo, más bien sufren por los pecados cometidos contra ellos, y piden perdón por estos, y suplican misericordia y ayuda a Dios por los pecadores, por los que, dañando tanto a otros, sean perdonados, amados, alimentados en su débil fe, para que Satanás se aparte de ellos y tengan como imitación a Cristo, que pasó por el mundo haciendo el bien. Así deben hacer los pecadores y los santos: imitar a Cristo. Oh, hermanos, hermanos, muchos no saben lo que hacen, por eso te dañan, como dañaron a San Juan y a tantos santos.
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