Como es costumbre al cumplirse un nuevo aniversario de la festividad de San Pedro y San Pablo, día del Papa, es tradicional que los gobiernos envíen una salutación al romano pontífice.
La que publicamos a continuación es la enviada por la presidente de la República Argentina la señora Cristina E. Fernández. Publicada desde su propia cuenta oficial en Twitter.
Por el trato irreverente con el que la escribió, es evidente que la señora ha convenientemente olvidado todos los agravios que desde su gobierno ella misma y muchos de los miembros de su gobierno han propinado contra el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio.
Ha olvidado que ella es directamente responsable, con las leyes que aprobó, de los más graves ataques a la familia. Que sus inexplicables ingresos económicos y la corrupción imperante en su gobierno la convierten en lo que el mismo Papa Francisco dijo acerca de los políticos corruptos.
Y es evidente que ha perdido el rumbo de la cordura y de la ética al dirigirse a quien representa no solo a los católicos argentinos sino a todos los católicos del mundo.
Lo más grave de la nota enviada, probablemente sea, esa actitud de vanagloriase del estilo empelado. De vanagloriarse en lo grotesco, en lo irrespetuoso. Como si tuviera derecho a expresarse así.
Debemos, como católicos orar por la señora presidente para que el Espíritu Santo la ilumine y reflexione, porque más que el honor de los ciudadanos argentinos a quienes representa con sus actos, está en juego su propia alma.
Hay un trato debido al otro que siempre debe respetarse. La presente misiva es impropia hasta para el más íntimo amigo del Papa Francisco. Hay cosas que no se deben decir en público, probablemente ni siquiera en privado.
Desde el Directorio Católico lamentamos profundamente este grotesco.
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