SANTA MISA PARA LA XXVIII JORNADA MUNDIAL
DE LA JUVENTUD
HOMILÍA
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Paseo marítimo de Copacabana, Río
de Janeiro
Domingo, 28 de julio de 2013
Domingo, 28 de julio de 2013
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Queridos hermanos,
queridos jóvenes
queridos jóvenes
«Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos».
Con estas palabras, Jesús se dirige a cada uno de ustedes diciendo: «Qué bonito
ha sido participar en la Jornada Mundial de la Juventud, vivir la fe junto a jóvenes
venidos de los cuatro ángulos de la tierra, pero ahora tú debes ir y transmitir
esta experiencia a los demás». Jesús te llama a ser discípulo en misión. A la
luz de la palabra de Dios que hemos escuchado, ¿qué nos dice hoy el Señor? ¿qué
nos dice hoy el Señor? Tres palabras: Vayan, sin miedo, para servir.
1. Vayan. En estos días aquí en Río, han
podido experimentar la belleza de encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos,
han sentido la alegría de la fe. Pero la experiencia de este encuentro no puede
quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del
movimiento o de su comunidad. Sería como quitarle el oxígeno a una llama que
arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se
transmite, para que todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo, que es el
Señor de la vida y de la historia (cf. Rm 10,9).
Pero ¡cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si
tienen tiempo vayan, sino que dijo: «Vayan y hagan discípulos a todos
los pueblos». Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe,
anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia,
también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de dominio, de la
voluntad de poder, sino de la fuerza del amor, del hecho que Jesús ha
venido antes a nosotros y nos ha dado, no nos dio algo de sí, sino se
nos dio todo él, él ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos el amor
y la misericordia de Dios. Jesús no nos trata como a esclavos, sino como a personas
libres, amigos, hermanos; y no sólo nos envía, sino que nos acompaña, está
siempre a nuestro lado en esta misión de amor.
¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay
límites: nos envía a todos. El evangelio no es para algunos sino para todos. No
es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores.
Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente,
hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más
indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su
misericordia y de su amor.
En particular, quisiera que este mandato de
Cristo: «Vayan», resonara en ustedes jóvenes de la Iglesia en América Latina,
comprometidos en la misión continental promovida por los obispos. Brasil,
América Latina, el mundo tiene necesidad de Cristo. San Pablo dice: «¡Ay de mí
si no anuncio el evangelio!» (1 Co 9,16). Este continente ha recibido el
anuncio del evangelio, que ha marcado su camino y ha dado mucho fruto. Ahora
este anuncio se os ha confiado también a ustedes, para que resuene con renovada
fuerza. La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la creatividad y la
alegría que les caracteriza. Un gran apóstol de Brasil, el beato José de
Anchieta, se marchó a misionar cuando tenía sólo diecinueve años. ¿Saben cuál es
el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven. ¡Éste es el camino
que ha de ser recorrido por ustedes!
2. Sin miedo. Puede que alguno piense: «No
tengo ninguna preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?».
Querido amigo, tu miedo no se diferencia mucho del de Jeremías, escuchamos en
la lectura recién, cuando fue llamado por Dios para ser profeta: «¡Ay, Señor,
Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». También Dios les dice a
ustedes lo que le dijo a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo
para librarte» (Jr 1,6.8). Él está con nosotros.
«No tengan miedo». Cuando vamos a anunciar a
Cristo, es él mismo el que va por delante y nos guía. Al enviar a sus
discípulos en misión, ha prometido: «Yo estoy con ustedes todos los días» (Mt
28,20). Y esto es verdad también para nosotros. Jesús no nos deja solos, nunca
deja solo a nadie. Nos acompaña siempre.
Además, Jesús no dijo: «Andá», sino
«Vayan»: somos enviados juntos. Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda
la Iglesia, y también la comunión de los santos, en esta misión. Cuando juntos
hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que
pensábamos que no teníamos. Jesús no ha llamado a los apóstoles para que vivan
aislados, los ha llamado a formar un grupo, una comunidad. Quisiera
dirigirme también a ustedes, queridos sacerdotes que concelebran conmigo esta
eucaristía: han venido a acompañar a sus jóvenes, y es bonito compartir esta
experiencia de fe. Seguro que les ha rejuvenecido a todos. El joven contagia
juventud. Pero es sólo una etapa en el camino. Por favor, sigan
acompañándolos con generosidad y alegría, ayúdenlos a comprometerse activamente
en la Iglesia; que nunca se sientan solos. Y aquí quiero agradecer de corazón a
los grupos de pastoral juvenil, a los movimientos y nuevas comunidades que
acompañan a los jóvenes en su experiencia de ser Iglesia, tan creativos y tan
audaces. ¡Sigan adelante y no tengan miedo!
3. La última palabra: para servir. Al
comienzo del salmo que hemos proclamado están estas palabras: «Canten al Señor
un cántico nuevo» (95,1). ¿Cuál es este cántico nuevo? No son palabras, no es
una melodía, sino que es el canto de su vida, es dejar que nuestra vida se
identifique con la de Jesús, es tener sus sentimientos, sus pensamientos, sus
acciones. Y la vida de Jesús es una vida para los demás, la vida de Jesús es
una vida para los demás. Es una vida de servicio.
San Pablo, en la lectura que hemos escuchado hace
poco, decía: «Me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles» (1
Co 9,19). Para anunciar a Jesús, Pablo se ha hecho «esclavo de todos».
Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar
nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos
como hizo Jesús.
Tres palabras: Vayan, sin miedo, para servir.
Vayan, sin miedo, para servir. Siguiendo estas tres palabras
experimentarán que quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría
de la fe, recibe más alegría. Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no
tengan miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del evangelio. En
la primera lectura, cuando Dios envía al profeta Jeremías, le da el poder para
«arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar y plantar» (Jr
1,10). También es así para ustedes. Llevar el evangelio es llevar la fuerza de
Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las
barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo.
Queridos jóvenes: Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes.
El Papa cuenta con ustedes. Que María, Madre de Jesús y Madre nuestra, los
acompañe siempre con su ternura: «Vayan y hagan discípulos a todos los
pueblos». Amén.
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