La celebración de un mes especial de advocación mariana surgió en tiempos del rey Alfonso X de Castilla, en que se mandó rogar a la Virgen durante las ceremonias del Palo de Mayo. El mes escogido guarda relación con el apogeo de la primavera.
Para el siglo XVI se difundió el opúsculo conocido como Mayo espiritual, difundido en regiones de Alemania e Italia, que asienta la idea de conmemorar este mes de manera especial a la Madre de Dios.
A principios del siglo XVIII, los jesuitas componen las primeras codificaciones de rezos y cánticos para la conmemoración del mes. Los papas Pío VII y Pío IX fueron grandes impulsores de la celebración de esta fiesta.
Dado el carácter mariano de la evangelización, en América la conmemoración del mes fue realizada desde el principio.
Puesto que en el hemisferio sur el mes de mayo cae en otoño, la celebración se ha trasladado a noviembre, que es el equivalente en esa parte del mundo (inverso a mayo). Con todo, también alcanza a los primeros días de diciembre, buscando coincidir con la fiesta de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre).
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