San Bruno
Fundador de los Cartujos
6 de Octubre
Año 1101
Bruno
significa: "fuerte como una coraza o armadura metálica" (Brunne,
en alemán es coraza).
Este
santo se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más austera
y penitente, los monjes cartujos, que viven en perpetuo silencio y jamás
comen carne ni toman bebidas alcohólicas.
Nació
en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer
grandes cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir
espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de
muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa
Urbano II.
Ordenado
sacerdote fue profesor de teología durante 18 años en Reims, y Canciller
del Sr. Arzobispo, pero al morir éste, un hombre indigno, llamado
Manasés, se hizo elegir arzobispo de esa ciudad, y ante sus
comportamientos tan inmorales, Bruno lo acusó ante una reunión de
obispos, y el Sumo Pontífice destituyó a Manasés. Le ofrecieron el
cargo de Arzobispo a nuestro santo, pero él no lo quiso aceptar, porque
se creía indigno de tan alto cargo. El destituido en venganza, le hizo
quitar a Bruno todos sus bienes y quemar varias de sus posesiones.
Dicen
que por aquel tiempo oyó Bruno una narración que le impresionó
muchísimo. Le contaron que un hombre que tenía fama de ser buena persona
(pero que en la vida privada no era nada santo) cuando le estaban
celebrando su funeral, habló tres veces. La primera dijo: "He sido
juzgado". La segunda: "He sido hallado culpable". La
tercera: "He sido condenado". Y decían que las gentes se
habían asustado muchísimo y habían huido de él y que el cadáver
había sido arrojado al fondo de un río caudaloso. Estas narraciones y
otros pensamientos muy profundos que bullían en su mente, llevaron a
Bruno a alejarse de la vida mundana y dedicarse totalmente a la vida de
oración y penitencia, en un sitio bien alejado de todos.
Teniendo
todavía abundantes riquezas y gozando de la amistad de altos personajes y
de una gran estimación entre la gente, y pudiendo, si aceptaba, ser
nombrado Arzobispo de Reims, Bruno renunció a todo esto y se fue de monje
al monasterio de San Roberto en Molesmes. Pero luego sintió que aunque
allí se observaban reglamentos muy estrictos, sin embargo lo que él
deseaba era un silencio total y un apartamiento completo del mundo. Por
eso dispuso irse a un sitio mucho más alejado. Iba a hacer una nueva
fundación.
San
Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo
conducían a él hacia un bosque apartado y que allá construían un faro
que irradiaba luz hacia todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y
seis compañeros a pedirle que les señalara un sitio muy apartado para
ellos dedicarse a la oración y a la penitencia. San Hugo reconoció en
ellos los que había visto en sueños y los llevó hacia el monte que le
había sido indicado en la visión. Aquel sitio se llamaba Cartuja, y los
nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos.
San
Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo
que ha existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media
noche a rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a
rezar a la capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al
atardecer.
Nunca
comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año.
Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales
especialmente a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el
mundo... Es un reglamento propio para hombres que quieren hacer gran
penitencia por los pecadores y llegar a un alto grado de santidad.
San
Hugo llegó a admirar tanto la sabiduría y la santidad de San Bruno, que
lo eligió como su director espiritual, y cada vez que podía se iba al
convento de la Cartuja a pasar unos días en silencio y oración y pedirle
consejos al santo fundador. Lo mismo el Conde Rogerio, quien desde el día
en que se encontró con Bruno la primera vez, sintió hacia él una
veneración tan grande, que no dejaba de consultarlo cuando tenía
problemas muy graves que resolver. Y aun se cuenta que una vez a Rogerio
le tenían preparada una trampa para matarlo, y en sueños se le apareció
San Bruno a decirle que tuviera mucho cuidado, y así logró librarse de
aquel peligro.
Por
aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había
sido discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y
su don de consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero.
Esta obediencia fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida
retirada y tranquila de La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y
sus afanes. Pero obedeció inmediatamente. Es difícil calcular la
tristeza tan grande que sus monjes sintieron al verle partir para lejanas
tierras. Varios de ellos no fueron capaces de soportar su ausencia y se
fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde Rogerio le obsequió una
finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo convento, con los mismos
reglamentos de La Cartuja.
Los
últimos años del santo los pasó entre misiones que le confiaba el Sumo
Pontífice, y largas temporadas en el convento dedicado a la
contemplación y a la penitencia. Su fama de santo era ya muy grande.
Murió
el 6 e octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una
fundación religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y
su austeridad. Que Dios nos conceda como a él, el ser capaces de
apartarnos de lo que es mundano y materialista, y dedicarnos a lo que es
espiritual y lleva a la santidad.
Que
sean pocas tus palabras (S. Biblia).
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