Gracias sean dadas a Dios por los
dones que concede a sus amigos, especialmente a aquellos que son más
humildes y
sencillos y menos orgullosos y menos vanidosos.
sencillos y menos orgullosos y menos vanidosos.
Dios concede sus gracias a los
humildes (S. Biblia. S. 4).
San
Gerardo. Hermano Redentorista. Año 1755.
Gerardo
quiere decir: "Valiente para la defensa" (Del alemán: Ger =
defensa. Ard = valiente).
El
Papa Pío XII dijo que San Gerardo es un modelo admirable para los hermanos
de las comunidades religiosas. Y León XIII afirmaba que este santo es uno
de los jóvenes más angelicales que Dios ha dado a los hombres por modelo.
Sólo vivió 29 años en esta tierra pero llenó sus alrededores de hechos
admirables.
Nació
en Muro, un pueblecito cerca de Nápoles, Italia.
La
mamá dijo de él: "Desde pequeñito su mayor delicia era entrar al
templo y rezar ante el Santísimo Sacramento del altar. Cuando estaba orando
ante la Santa Hostia se olvidaba hasta de ir a comer. En la casa en
cualquier rato libre que tenía se dedicaba a rezar. Parecía que le
agradaba más pensar en el cielo que en la tierra".
Cuando
cumplió los diez años, su confesor le dio permiso de comulgar cada tres
días, caso raro en esa época en que a causa de un error llamado
jansenismo, las gentes decían que no había que comulgar sino de vez en
cuando.
Cuando
murió su padre, Gerardo tuvo que abandonar sus estudios y dedicarse a
aprender sastrería. Fue tratado muy duramente por un compañero
supremamente áspero, pero jamás el otro logró que le respondiera a sus
malos tratos. Luego pasó a trabajar como obrero de un señor de la ciudad y
este lo trataba ásperamente y lo regañaba sin causa justa. Ni una sola vez
el joven protestó por este modo cruel de tratarlo. Quería imitar a Jesús
que cuando era ultrajado y tratado mal, se quedaba en silencio.
Luego
Gerardo puso una sastrería, y las ganancias que conseguía las dividía en
tres partes iguales: una para su mamá, para los gastos de la casa. Otra
para los pobres y la tercera para pagar misas. Pagaba muchas misas por las
almas de los difuntos.
Cuando
tenía 23 años llegaron a su pueblo a predicar, unos padres redentoristas,
y Gerardo les pidió que lo admitieran en su comunidad como un hermano lego.
El superior de la misión no quería admitirlo, pero al fin ante tantos
ruegos, lo envió a la casa de formación con una tarjeta que decía:
"Allá les mando a Gerardo. Parece que es un inútil". (Después
el padre se arrepintió de haber escrito eso). En el noviciado se dedicaba
con tanto fervor a todo lo que tenía que hacer, que los compañeros
decían: "Gerardo es un loco o es un santo".
San
Alfonso de Ligorio, fundador de la congregación de los redentoristas, lo
admitió en su comunidad y se dio cuenta de que era un alma muy agradable a
Dios. (San Alfonso se apareció después de muerto a Gerardo y lo curó de
una grave enfermedad). Fue admitido como religioso en 1752 y al hacer sus
tres votos o juramentos de castidad, pobreza y obediencia, añadió un
cuarto juramento: "hacer siempre lo que me parezca que es más
agradable a Dios".
Cuando
era novicio una vez un religioso entró a la capilla y oyó que Gerardo le
decía a Jesús en el sagrario: "Por favor: déjame que me vaya pues
tengo mucho qué hacer. Después seguimos charlando".
Su
oficio en la comunidad era el de sastre y enfermero, pero a los padres les
gustaba llevarlo a las misiones porque leía el estado de las conciencias de
las personas. A veces se bilocaba e iba a sitios lejanos a darle algún
mensaje a alguien que lo necesitaba, pero nadie lo veía retirarse de su
sitio de trabajo (bilocarse es estar en dos sitios a la vez).
Cuando
se quedaba en éxtasis en oración no oía ni veía lo que sucedía a su
alrededor. Lo único que lo hacía volver en sí, era que lo llamara su
superior. Un día dijo: "En este momento están asesinando al
arcipreste de Muro". Y así sucedió, pero a 70 kilómetros de
distancia de donde él estaba. En Roma le leyó la conciencia y los
pensamientos al secretario de un alto dignatario y éste, aterrorizado ante
semejante hecho extraordinario, cambió de vida y se reconcilió con su
esposa. En toda la ciudad se comentaba el hecho.
Una
vez fueron a buscarlo a su habitación y no lo encontraron. Después el
superior le preguntó dónde había estado. "En mi habitación",
dijo el humilde hermano. "Pero allá fuimos y miramos por todas pares y
no lo vimos". Entonces él le contó que como era un día de retiro y
quería orar en paz, le había pedido a Dios que no lo vieran los que fueran
a buscarlo. El superior le dijo: "Por esta vez le perdono, ¡pero no se
le ocurra volver a pedir a Dios semejantes cosas!".
Un
gran regalo del Espíritu Santo a este sencillo hermanito lego fue el don de
saber aconsejar a los demás. Varias comunidades de religiosas obtuvieron
permiso para que Gerardo fuera a darles buenos consejos a través de las
rejas de sus conventos. Numerosos sacerdotes le escribían pidiéndole
consejo para casos difíciles.
Un
grupo de religiosos hizo una peregrinación de nueve días hacia un
santuario sin llevar dinero. No se afanaban por ello, pues llevaban consigo
al hermano Gerardo. Y aquel viaje fue una cadena de prodigios. Fueron y
volvieron y nada les faltó, y eso que no llevaban dinero pero llevaban a un
religioso que tenía mucha fe.
Una
muchacha corrompida acusó a Gerardo de que le había hecho malas
propuestas. San Alfonso lo llamó y le echó un regaño terrible y le
prohibió comulgar por varios días. Él no dijo ni una sola palabra en
defensa propia (recordaba que tampoco Jesús se defendió cuando le
inventaron falsas acusaciones en su sacratísima pasión). Después la
muchacha y su amante confesaron que todo lo que habían dicho contra Gerardo
era mentira. San Alfonso lo llamó y le dijo: "¿Por qué no se
defendió?". Padre – le respondió él – yo sabía que Dios me iba
a defender. Nuestro reglamento nos manda que no busquemos disculpas cuando
nos regañan".
El
oficio preferido del hermano Gerardo era el de portero, porque allí podía
ayudar a los mendigos y a mucha gente necesitada. Cuando él llegaba de
portero a una casa de su comunidad, la portería se veía asediada de
mendigos. Hasta 200 llegaban en un solo día, y él los atendía como no lo
hubiera hecho una madre. Tenía el arte de contentar a todos, y era
admirable su paciencia para soportar a los cansones y pedigüeños. A todos
regalaba alimentos o vestidos, y la gente no se explicaba de dónde sacaba
para repartir a tanta gente. Cuando se acababan las provisiones se iba a la
ciudad a pedirles a los ricos para ayudar a los pobres.
Dicen
que un día el Padre Ecónomo lo regañó porque había repartido entre los
mendigos todo lo que había en la despensa para que comieran los religiosos.
Pero al llegar el Ecónomo a la despensa la encontró otra vez llena.
Un
día la comunidad estaba pasando una situación económica muy difícil. El
santo se fue a la capilla a rezar y al poco rato llegó un bienhechor a
llevar una buena cantidad de dinero, con el cual se solucionó la angustiosa
situación.
Sus
últimos meses fueron una mezcla de sufrimientos físicos y éxtasis
espirituales. Y con admirable precisión anunciaba cosas que iban a suceder
en lo futuro y leía las conciencias de los que lo visitaban.
Avisó
que moriría el 15 de octubre, poco ates de la medianoche, y a esa hora
murió. Era el año 1755.
Santa
Úrsula, mártir
Alemana
(fechas desconocidas). Según un relato cincelado en una lápida de Colonia,
en el siglo IV fue martirizado un grupo de doncellas cristianas.
Cuatrocientos años después, los relatos sobre esas mujeres dieron lugar a
esta leyenda. Úrsula, hija de un rey inglés, era cristiana, y se había
fijado la fecha de su boda con un príncipe pagano. Para posponer las
nupcias, abordó un barco junto con sus damas de compañía y emprendió una
peregrinación a Roma. En Colonia, ella y sus doncellas (entre una docena y
mil) fueron atacadas por los hunos. Úrsula rechazó la propuesta de
matrimonio del cabecilla de los bárbaros y todas fueron asesinadas. Es
patrona de las jóvenes y colegialas
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