San Hilarión
           Monje
           Año 371
          
Quiera Dios darnos también a
          nosotros la gracia de
independizarnos de lo que es meramente mundanal y material
y dedicarnos a lo que es espiritual y lleva a la santidad.
independizarnos de lo que es meramente mundanal y material
y dedicarnos a lo que es espiritual y lleva a la santidad.
Dijo Jesús: Si tenéis fe, todo
          será posible para vosotros.
Es
    el santo de la abstinencia y del ayuno perpetuo.
Nació
    en Palestina pero no era judío. Sus padres eran paganos.
Fue
    a estudiar a Alejandría (en Egipto) donde había una escuela muy afamada de
    los cristianos, y allá se convirtió al cristianismo y se hizo bautizar.
Oyó
    hablar del famoso monje San Antonio Abad y se fue a visitarlo al desierto.
    Estuvo en su compañía durante dos meses y se quedó admirado de la gran
    santidad de este monje y de su bondad exquisita, como también de los ayunos
    y mortificaciones que hacía. Se propuso imitarlo en cuanto más le fuera
    posible. Pero viendo que allá en Egipto era mucha la gente que iba a
    visitar a San Antonio para consultarle, se volvió a su patria a vivir en
    perfecta soledad en un desierto.
Vendió
    las posesiones que le habían dejado sus padre y repartió el dinero entre
    los pobres y se marchó a un desierto de Palestina a orar y meditar. San
    Antonio le había regalado una túnica hecha de material muy rudo y tosco, y
    con esa túnica pasó mucho tiempo, sin estrenar jamás un vestido, como
    penitencia de sus pecados. Siendo de constitución muy débil y sumamente
    sensible al frío y al calor, sin embargo durante los espantosos calores del
    desierto durante el día no tomaba ni una gota de líquido. Y en los fríos
    intensísimos de la noche no se abrigaba con nada más que con su tosca
    túnica. Era una penitencia capaz de hacer santo a cualquiera (con razón
    decía San Luis de Montfort que ante las mortificaciones de los santos
    nosotros somos como unos pollos mojados y unos burros muertos, o sea: ¡muy
    poquita cosa!).
Se
    propuso no comer nada ningún día antes de que se ocultara el sol, y lo
    cumplió toda la vida (¡qué comparación con nuestra flojedad que no nos
    permite ni siquiera pasar medio día sin comer o beber!). Los primeros años
    únicamente se alimentaba con unos dátiles que comía cada anochecer. Pero
    luego se dio cuenta de que esto le estaba perjudicando en su salud, y
    empezó a comer de vez en cuando algunas verduras y un poco de pan y aceite.
    Cuando las tentaciones impuras lo atacaban con más fuerza, reducía su
    alimentación a la mitad de lo que comía de ordinario, y decía:
    "Estoy debilitando un poco a este asno salvaje que es mi cuerpo, para
    que no le lance tantas coces a mi alma".
Se
    construyó una celda tan corta y angosta que apenas cabía acostado o de
    rodillas. Dos metros de larga, metro y medio de ancha y metro y medio de
    alta. Y rara vez salía de allí. San Jerónimo que conoció tal rancho se
    quedó aterrado ante tanta mortificación. Pero así conseguía convertir
    pecadores y pagar sus propios pecados.
Sentía
    gran deseo de ir a visitar los santos lugares donde nació, vivió y murió
    Jesús, y estando en ese mismo país le quedaba fácil hacerlo. Pero no lo
    hizo sino una sola vez en su vida y esta vez con grandes sentimientos de
    piedad y veneración. Después hizo el sacrificio de no volver más por
    allí. Hasta en esos deseos tan santos sabía mortificarse.
En
    varios sitios donde estuvo viviendo, su modo de ganarse la vida era recorrer
    terrenos solitarios, y recoger leña y mandar a algunos de sus discípulos a
    venderla, y con eso comprar el alimento para él y para otros.
Cuando
    ya llevaba 20 años haciendo penitencia en el desierto, unos esposos
    acudieron a él a pedirle que rezara para que en su hogar hubiera hijos,
    pues eran estériles. San Hilarión oró por ellos y Dios les concedió unos
    hijitos muy hermosos. Esto hizo que se volviera sumamente popular en los
    alrededores, y empezaron a llegar montones de gente a visitarlo y a pedirle
    consejos y oraciones.
Cuando
    ya tenía unos 65 años se dio cuenta de que no le era posible vivir en
    soledad. Un gran número de monjes le pedían dirección espiritual y una
    continua peregrinación de gentes llegaba a suplicarle oraciones y a pedirle
    consejos. Entonces decidió irse a un sitio más alejado y solitario, y
    empezó una vida errante, la cual es uno de los casos más típicos y raros
    en la historia de la Iglesia.
Se
    fue hacia los desiertos de Egipto donde hacía muy poco tiempo había muerto
    el gran San Antonio. Allí los discípulos del santo le hicieron recorrer
    metro por metro los terrenos donde había vivido el famoso monje. Le
    decían: "allí pasaba las noches rezando. En aquella roca se subía
    cuando quería que nadie fuera a molestarlo mientras meditaba...".
    Hilarión suspiraba por llegar a ser como su modelo: el gran Antonio.
Pero
    sucedió que en aquella región hacía muchos meses que no llovía y la
    gente estaba sufriendo a causa del largo verano. El pueblo acudió a
    implorar las oraciones de San Hilarión a quien consideraban como el sucesor
    de San Antonio Abad. El santo rezó con mucha fe y llegaron lluvias muy
    abundantes. Esto le consiguió una gran popularidad. Luego empezaron a
    llegar campesinos mordidos por serpientes venenosas, y al ser ungidos con
    aceite bendecido por San Hilarión quedaban curados. El santo viendo que no
    lograba vivir oculto y que cada día llegaban más y más personas a
    buscarlo, dispuso huir una vez más.
Para
    sus largos viajes no aceptaba sino a los religiosos que fueran capaces de
    andar con él durante todo el día sin beber ni una gota de agua ni comer,
    desde el amanecer hasta el anochecer. Ahora se fue a la Isla de Sicilia, y
    se estableció con varios de sus discípulos en un sitio muy deshabitado.
    Pero otro discípulo suyo que lo amaba mucho, San Hesiquio, se puso a
    buscarlo por todas partes. Al fin un comerciante le dijo que en Sicilia
    había un famoso monje que hacía muchos milagros. Hacia allá se fue San
    Hesiquio, y logró encontrar a su maestro. Y se dio cuenta de que la gente
    lo estimaba muchísimo por su santidad, por sus milagros y porque jamás
    recibía ningún dinero ni regalo alguno.
San
    Hilarión dijo que quería huir a un sitio donde nadie lo conociera. Y se
    fueron a la isla de Chipre. Pero allá un maremoto amenazaba con ahogar a
    las gentes de la costa, y destruir todas sus habitaciones. El santo echó
    una bendición a las olas y estas se calmaron. Con esto su fama se extendió
    por toda la isla.
Al
    fin obtuvo que lo dejaran irse a vivir a una altísima roca donde nadie lo
    distrajera en su oración y en sus meditaciones, y allí murió muy
    santamente a la edad de 80 años.
 

 
 


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