Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires en la celebración de la aprobación pontificia del Instituto Critífero elevado a Instituto Secular (Catedral de Azul, 27 de enero de 2012)
Sorprende el comienzo de este pasaje del evangelio. María partió y fue
sin demora al pueblo donde vivía su prima. No perdió el tiempo.
Impulsada por el Espíritu Santo, su corazón dócil al Espíritu Santo no
perdió el tiempo. Les confieso que a mí esta imagen de la Virgen apurada
me gusta mucho. Habría que introducirla en las letanías familiares.
Nuestra Señora la apurada por servir, rezá por nosotros. La Virgen que
está movida por ese apuro del servicio, por llevar algo. No le fue a dar
catequesis a su prima, no le fue a contar como chisme la grandeza que
llevaba adentro, fue a servir. El apuro del servicio. El desovillarse a
sí misma para servir. Esa Virgen que no calcula los riesgos: los riesgos
del camino, los riesgos de dejar ese pueblo tres meses y volver ya con
los signos de la maternidad. No calcula nada, se apura y va. Esta Virgen
está tan apurada por servir porque abrió su corazón a la palabra de
Dios y se dejó sorprender por una noticia que le fue dada. Dice el
evangelio que María se sorprendió con lo que le decía el ángel; quedó
ahí, no sé, temblando quizás. Se sorprendió. Esa es otra letanía que
podríamos poner en nuestra vida; Nuestra Señora, la Virgen sorprendida
rezá por nosotros. Entonces esa Virgen que se deja sorprender. Esa
Virgen que abre su corazón a la sorpresa siente el impulso de apurarse
para servir. La sorpresa le abre el corazón y el Espíritu que la
sorprende, la impulsa al servicio. Nuestra madre la Virgen sorprendida,
Nuestra Madre, la Virgen, apurada. Lindo, ¿no? Me gusta tener una
madre así. Lindo.
En la primera lectura San Pablo nos hacía una advertencia “No tomen como modelo a este mundo.” La traducción exacta del texto original tendría que ser “no se esquematicen” con este mundo, es el verbo que usa San Pablo ahí “no se esquematicen”, no entren en los esquemas de este mundo. Nuestra madre, la sorprendida y la apurada, la que nunca dejó de sorprenderse, la que nunca dejó de apurarse en el servicio, pudo hacerlo porque no le hizo el juego a la mundanidad del espíritu, no entró en los esquemas de este mundo; porque los esquemas de este mundo nos llevan a controlarnos demasiado a nosotros mismos, a ir clausurando nuestro corazón a la sorpresa, a esa sorpresa de Dios que es el que siempre viene, el que vino, el que vendrá y el que está viniendo continuamente. Un corazón clausurado a la sorpresa de Dios es un corazón archivado. Es un corazón de museo. El mundo tiende a darnos un montón de salidas elegantes para ir cerrando nuestro corazón a las sorpresas, para ir archivando nuestro corazón. María no dejó de sorprenderse; se sorprendió por lo que decían los magos, se siguió sorprendiendo por lo que decían los pastores, se siguió sorprendiendo cuando el chico se le escapó de la casa y se quedó en el templo solo. Era una mujer que estaba abierta a la sorpresa hasta el final. Y estaba abierta a la sorpresa el día de Pentecostés cuando vio semejante barullo. Porque, también esto sea dicho de paso, cuando viene el Espíritu Santo arma lío. Así que los que quieren que la Iglesia esté siempre tranquila no tienen la menor idea de lo que es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que arma lío en la Iglesia y después armoniza el lío, y ella vio todo eso y se dejó sorprender. Y esa Virgen que tampoco dejó que los esquemas del mundo le paralizaran el corazón con los cálculos y entonces en vez de salir corriendo al servicio para dar esa ayuda a su prima, ella podría haber estado tentada de decir no me conviene en este estado, que la criatura, que el chico, con un embarazo reciente; y todos esos cálculos humanos que nos frenan en el servicio, que nos frenan en ese desovillarnos por los demás. Y ahí es donde empieza ese camino tan lento de la burocratización de la sorpresa primitiva.
Vean ustedes los miembros del Instituto Cristífero, ya sea las cristíferas como los asociados, todos aquellos que tienen como modelo a la “sorprendida y a la apurada”, les digo como padre: cuidado no entren en el esquema de las propuestas del mundo. No pierdan la capacidad de sorpresa, no pierdan la capacidad de servicio, no hagan que su corazón pase a integrar un catálogo de archivo, no son piezas de museo, no permitan que los domine la burocracia ó la clericalización, porque el clericalismo es un mal continuo que amenaza a la Iglesia, no permitan que esta burocracia y esta clericalización que les propone el mundo los ampute del carisma inicial que sintió Betty Abadía y Monseñor Hesayne.
La iglesia a ustedes los cristíferos, cristíferas y asociados los quiere sorprendidos y apurados ese es el espíritu de la Visitación. Que Ella, la sorprendida y la apurada, les conceda esta gracia. Que así sea.
Cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires
En la primera lectura San Pablo nos hacía una advertencia “No tomen como modelo a este mundo.” La traducción exacta del texto original tendría que ser “no se esquematicen” con este mundo, es el verbo que usa San Pablo ahí “no se esquematicen”, no entren en los esquemas de este mundo. Nuestra madre, la sorprendida y la apurada, la que nunca dejó de sorprenderse, la que nunca dejó de apurarse en el servicio, pudo hacerlo porque no le hizo el juego a la mundanidad del espíritu, no entró en los esquemas de este mundo; porque los esquemas de este mundo nos llevan a controlarnos demasiado a nosotros mismos, a ir clausurando nuestro corazón a la sorpresa, a esa sorpresa de Dios que es el que siempre viene, el que vino, el que vendrá y el que está viniendo continuamente. Un corazón clausurado a la sorpresa de Dios es un corazón archivado. Es un corazón de museo. El mundo tiende a darnos un montón de salidas elegantes para ir cerrando nuestro corazón a las sorpresas, para ir archivando nuestro corazón. María no dejó de sorprenderse; se sorprendió por lo que decían los magos, se siguió sorprendiendo por lo que decían los pastores, se siguió sorprendiendo cuando el chico se le escapó de la casa y se quedó en el templo solo. Era una mujer que estaba abierta a la sorpresa hasta el final. Y estaba abierta a la sorpresa el día de Pentecostés cuando vio semejante barullo. Porque, también esto sea dicho de paso, cuando viene el Espíritu Santo arma lío. Así que los que quieren que la Iglesia esté siempre tranquila no tienen la menor idea de lo que es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que arma lío en la Iglesia y después armoniza el lío, y ella vio todo eso y se dejó sorprender. Y esa Virgen que tampoco dejó que los esquemas del mundo le paralizaran el corazón con los cálculos y entonces en vez de salir corriendo al servicio para dar esa ayuda a su prima, ella podría haber estado tentada de decir no me conviene en este estado, que la criatura, que el chico, con un embarazo reciente; y todos esos cálculos humanos que nos frenan en el servicio, que nos frenan en ese desovillarnos por los demás. Y ahí es donde empieza ese camino tan lento de la burocratización de la sorpresa primitiva.
Vean ustedes los miembros del Instituto Cristífero, ya sea las cristíferas como los asociados, todos aquellos que tienen como modelo a la “sorprendida y a la apurada”, les digo como padre: cuidado no entren en el esquema de las propuestas del mundo. No pierdan la capacidad de sorpresa, no pierdan la capacidad de servicio, no hagan que su corazón pase a integrar un catálogo de archivo, no son piezas de museo, no permitan que los domine la burocracia ó la clericalización, porque el clericalismo es un mal continuo que amenaza a la Iglesia, no permitan que esta burocracia y esta clericalización que les propone el mundo los ampute del carisma inicial que sintió Betty Abadía y Monseñor Hesayne.
La iglesia a ustedes los cristíferos, cristíferas y asociados los quiere sorprendidos y apurados ese es el espíritu de la Visitación. Que Ella, la sorprendida y la apurada, les conceda esta gracia. Que así sea.
Cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires
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